Los primeros testimonios de la lengua elamita
provienen del siglo vigésimo tercero antes de Cristo. El denominado Tratado
de Naram-Sin, escrito en cuneiforme fue hecho entre Naram-Sin
(2254-2218) e Hita, el noveno rey de Awan, en contra de sus enemigos, los
gutios. El sucesor de Hita, Puzur-Insusinak, último de doce reyes de Awan
(c. 2200 a. C.) desarrolló la escritura elamita lineal, conocida por
diecinueve inscripciones del siglo vigésimo tercero a. C. La creación de
esta escritura se puede explicar como una reacción contra los siglos de
dominación cultural y política de Mesopotamia sobre Elam. El contenido
de las inscripciones es conocido gracias a los textos paralelos acadios
que representan un paso clave en el desciframiento de la escritura.
La lengua de los textos proto-elamitas no es conocida,
pero no hay razón para suponer que no sea el mismo elamita. Las tablillas
más antiguas con pictogramas elamitas proceden del nivel 16 de Susa (3100
a. C.) y son contemporáneas del periodo Uruk IV de Sumer, donde se halló el
primer descubrimiento de escritura.
La filiación lingüística del elamita permanece todavía
en la conjetura. Muchos estudiosos han notado las similitudes entre elamita
y dravídico, sobre todo en morfología, pero
otros han señalado las que hay con la familia afroasiática.
Geográficamente estaba en un punto de intersección entre ambas familias y
perfectamente podría pensarse que el elamita fue una lengua puente entre
ambas, pero incluso esto es una hipótesis. Lo que está claro es que no es
una lengua indoeuropea.
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