Durante la Edad Media, el gallego constituyó una misma unidad lingüística
con la lengua portuguesa, el galaico-portugués. Esta lengua procedía del
latín vulgar que se conformó durante la convivencia de los hispanorromanos
y los germanos durante la dominación visigoda. El galaico-portugués fue
una lengua que mantuvo muchos de los arcaísmos de su procedencia
originaria, al contrario que el castellano que fue una lengua más
rupturista e innovadora. El galaico-portugués también mantuvo y conservó
un vocabulario arcaico que no se dio en otras lenguas románicas desgajadas
del latín originario.
En el caso de los textos más antiguos no es posible separar el portugués
del gallego. En los primeros testimonios encontramos palabras en vernáculo
dispersas en documentos bajo-latinos de los siglos IX-XII. En este sentido ocurre
lo mismo que en los demás países romances, siendo la intención del que
escribe de usar el latín pero escapándose palabras del vulgar, cuyo aspecto
está latinizado. Pero ya hay documentos compuestos totalmente en lengua vulgar
a finales del siglo XII, como este testamento de 1193:
'In Christi nomine, Amen. Eu Eluira Sanchiz offeyro o meu corpo áás virtudes de
Sam Saluador do moensteyro de Vayram, e offeyro co'no meu corpo todo o herdamento
que eu ey en Centegaus e as tres quartas do padroadigo d'essa eygleyga e todo hu
herdamento de Crexemil, assi us das sestas como todo u outro herdamento: que u aia
u moensteyro de Vayram por en saecula saeculorum Amen.'
'Yo E. S. ofrezco mi cuerpo a la virtud (esto es, a las
monjas) de... toda la heredad
que tengo en C. y los tres cuartos del patronato de esta iglesia y toda la heredad de Cr., así los sextos; como los demás
beneficios: que lo tenga el monasterio...'
Como ejemplo de la lírica gallego-portuguesa, que fue particularmente favorecida por el rey Dom Denis (1279-1323) y su corte, reproduciremos una
poesía de aquél, pese a no ser de las más antiguas que poseemos:
Senhor fremosa e de mui louçao coraçom, e querede-vos doer de mi, pecador, que vos sei querer
melhor ca mi; pero soo certao que mi queredes peior d'outra rem, pero, senhor, quero-vos
eu tal bem. Qual maior poss', e o mais encoberto que eu posso; e sei de Brancafrol que
lhi nom ouve Flores tal amor qual vos eu ei; e pero soo certo que mi queredes peior
d'outra rem; pero, senhor, quero-vos eu tal bem Qual maior poss', e o mui
namorado Tristam sei bem que nom amou Iseu quant'eu vos amo, esto certo sei eu;
e con tod'esto sei, mao pecado! que mi queredes peior d'outra rem; pero, senhor, quero-vos
eu tal bem Qual maior poss', e tod'aquest'avem a mim, coitad'e que perdi o sem.'
Poseemos numerosísimas poesías, de más de cien poetas, conservadas en varios cancioneros, los más importantes de los cuales fueron copiados en Italia
En el período del Renacimiento, la literatura portuguesa alcanzó su forma definitiva y la lengua literaria que, en un principio, sobre todo en la lírica, seguía el dialecto de la región del Minho, bastante parecido al gallego de la otra orilla, se orientó más y más hacia el dialecto del centro del país (Beira) y del sur (por ejemplo, con la difusión de
-ão a los nombres de la tercera declinación latina, como cão <
cane(m). De esta manera, el origen de la lengua literaria clásica portuguesa puede buscarse entre Coimbra y Lisboa.
En los años inmediatamente posteriores a la independencia del joven estado portugués (1139) del reino de Castilla y
León no parece que el condado de Galicia, al norte, experimentara un importante cambio lingüístico. Sin embargo, a medida que la Reconquista avanzaba hacia el sur, tanto en Castilla y León como en el nuevo reino de Portugal, durante el siglo
XII y siguientes, el centro de gravedad de la Península experimentó un inevitable desplazamiento. El aislamiento geográfico de Galicia con respecto a Castilla y León, posiblemente una de las razones por las que no sufrió los peores estragos de la conquista árabe y sus posteriores prácticas depredadoras, le convirtió en una especie de páramo entre Portugal, al sur, y unas escarpadas montañas al este. La opinión más extendida es que la falta de apoyo de la nobleza gallega local al sector vencedor de la guerra civil de fines del siglo
XIV provocó que nobles provenientes de otras regiones ocupara su lugar, hecho que, junto con la tendencia existente a nombrar obispos no gallegos, contribuyó al aumento de la influencia del
castellano en los documentos gallegos de este siglo y el siguiente.
La resolución de una nueva crisis política a finales del siglo XV marcó el comienzo de lo que se conoce en los círculos gallegos como "los Siglos Oscuros"
(os séculos oscuros). Los Reyes Católicos sometieron a la rebelde y poco magnánima nobleza gallega enviando a sus miembros a luchar a Granada e Italia, al mismo tiempo que castellanizaban la Iglesia y el derecho. Como resultado, en la segunda década del siglo
XVI el gallego ya había desaparecido completamente de cualquier fuente escrita y, de hecho, no reaparecería de un modo significativo hasta su renacimiento en el siglo
XIX; únicamente contamos con algún poema de tono solemne del siglo XVII y con las observaciones de clérigos eruditos en el
XVIII.
El renacimiento del gallego comienza con un
poeta prerromántico, Nicomedes Pastor Díaz (1811-1863) con su poema A
Alborada (1828). Pero será Rosalía de Castro, autora de Follas
Novas, quien recupere definitivamente el gallego como lengua literaria y
culta. Sin embargo, autora bilingüe como casi todos los escritores
gallegos, no sólo es la refundadora de la tradición lingüística y
literaria de su país, sino también -junto con Gustavo Adolfo Bécquer-
la más importante poeta del romanticismo español y una de las más grandes
escritoras de la literatura española.
A semejanza de Cataluña, en el año 1861 se celebran
los primeros Juegos Florales de Galicia que inician el Rexurdimento
(renacimiento) en Galicia, impulsados por el espíritu nacionalista romántico
que había ido cuajando en los territorios históricos españoles con lengua
propia. Al año siguiente se publica la antología de las obras premiadas, Álbum
de la Caridad, y todos sus poemas están escritos en gallego.
Manuel Murguía (1833-1923), marido
de Rosalía de Castro, fue uno de los más importantes historiadores
gallegos y animadores de este movimiento cultural y político y en 1865
publicó el libro titulado Los precursores, en el que citaba a
escritores que habían contribuido a la concienciación cultural del país,
como Antolín Faraldo, Aureliano Aguirre, Sánchez Deus, Eduardo Pondal y la
misma Rosalía de Castro.
Manuel Curros Enríquez (1851-1908),
autor de poemarios como Aires de minha terra (Aires de mi tierra,
1880), fue el más heterodoxo de los poetas gallegos finiseculares. Poeta
civil y social, fue un gran reivindicador de la nacionalidad gallega y del
laicismo.
Entre esta primera tríada de
grandes poetas (Rosalía, Pondal y Curros Enríquez) y el verdadero
asentamiento de la literatura gallega con el Grupo NOS, hay una etapa de
transición formada fundamentalmente por dos poetas: Antonio Noriega Varela
(1869-1947), autor del poemario Do ermo (Del yermo, 1920),
poemas de carácter bucólico, y Ramón Cabanillas (1876-1952), autor de Da
terra asoballada (La tierra ultrajada, 1917), otra obra de carácter
social.
Los verdaderos y definitivos
concienciadores de la cultura y la literatura gallega fueron el Grupo NOS,
reunidos en torno a esta importantísima publicación (una especie de gran
enciclopedia de la cultura gallega) que se editó a lo largo de las décadas
de 1920 y 1930, hasta el comienzo de la Guerra Civil. Rodríguez Castelao y
Vicente Risco fueron sus creadores, junto con Ramón Otero Pedrayo y el
arqueólogo Florentino Cuevillas.
La vanguardia poética gallega tuvo
en Manuel Antonio a su principal cultivador y divulgador en su libro De
catro a catro (De cuatro a cuatro, 1928). Junto con el dibujante,
Alvaro Cebreiro, Manuel Antonio publicó el primero y único manifiesto
vanguardista gallego denominado Máis Alá (Más allá). Pero
la poesía gallega de anteguerra, imbuida por el descubrimiento de las
cantigas galaico-portuguesas, creó una corriente autóctona, denominada
neotrovadorismo. Fermín Bouza Brey fue su creador y Álvaro Cunqueiro su más
intenso y delicado cultivador entre una larga nómina de seguidores.
Manuel Antonio, Amado Carballo,
Bouza Brey, Ramón Cabanillas, Eduardo Blanco Amor y Álvaro Cunqueiro
cubren esa primera etapa de la anteguerra, en donde también comienzan a
surgir las obras de otros poetas como Ricardo Carballo Calero, Vieiros
(Caminos, 1931); Aquilino Iglesias Alvariño, Señardá (Melancolía,
1930), y Luis Pimentel, cuya única obra publicada en vida fue Triscos
(Pedazos, 1950). Sus poemarios póstumos fueron: Sombra do aire na
herba (Sombra del aire en la hierba, 1959) y Barco sin
luces (1960).
No hay que olvidar el
gran homenaje a la lengua y a la poesía gallega por parte de Federico García
Lorca, autor de los Seis poemas galegos (1935).
La guerra condujo al exilio
a muchos intelectuales y escritores. Los más destacados representantes del
mismo fueron Lorenzo Varela y el pintor y editor de la revista bonaerense Galicia
emigrante, Luis Seoane. En el exilio interior quedaron otros autores
como Celso Emilio Ferreiro, continuador de la poesía cívica y social de
Curros Enríquez (del que escribió su mejor biografía), aunque con una
mayor intensidad y tensión lírica, dejando una obra fundamental, Longa
noite de pedra (1962).
Desde la Guerra Civil hasta el
año 1946, la actividad cultural y literaria de Galicia se colapsó. A
partir de esa fecha, el gallego, como idioma culto, reanuda muy lentamente
su reinserción en la sociedad. Varios acontecimientos marcan esta
restauración. La publicación del libro de Aquilino Iglesias Alvariño, Cómaros
verdes (1947), la fundación de la colección de poesía Benito Soto que
dirige en Pontevedra Celso Emilio Ferreiro, así como la creación de la
editorial Bibliófilos Gallegos, que da a luz el libro de Ramón Cabanillas Camiños
no tempo (Caminos en el tiempo, 1949). Con la publicación del
libro de Manuel Cuña Novas Fabulario Novo (1952), se creó una nueva
tendencia en la lírica gallega que vino en denominarse Escola da Tebra
(Escuela de la tiniebla), muy cercana al existencialismo.
Si bien la poesía es el
género literario dominante en gallego, la narrativa ha tenido también
grandes representantes, tales como el mismo Castelao, Vicente Risco, Otero
Pedrayo, Anxel Fole, autor de obras fundamentales como A lus do candil
(1979), Terra brava (1976) o Contos da néboa (1973), Eduardo
Blanco Amor, autor de una novela imprescindible, A esmorga (La
parranda), Rafael Dieste y Alvaro Cunqueiro. Entre los narradores de las
últimas décadas destacan Neira Vilas, Méndez Ferrín, Víctor Freixanes,
Carlos Casares, Manuel Rivas, Suso de Toro y Ramiro Fonte, entre un largo
etcétera. Entre los ensayistas destacan Ramón Piñeiro,
Celestino F. de la Vega, Francisco García Sabell, Rof Carballo, Francisco
Fernández del Riego o Ricardo Carballo Calero.
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