Bonifaci Ferrer, estudió primero en Perusa y luego en la Universidad de Lérida. Casado con Jaumeta Despont tuvo once hijos. Ejerció diversas funciones oficiales como representante del municipio de Valencia, además de ser embajador del Reino en ciertas misiones delicadas.
Esta Biblia "fue arromansada de lengua latina en la nuestra valenciana, en el convento (Cartuja) de Porta Coeli, por el Rev. Micer Bonifacio Ferrer (hermano de Vicente), con otros singulares hombres de ciencia". Este es el testimonio del P. J.B. Civera en su historia del Monasterio de Porta Coeli (año 1630):
El manuscrito de Ferrer va a la imprenta, que hace pocos años ha sido inventada por Gutenberg, en febrero de 1477; un año después saldría a la luz. Desgraciadamente el año 1478 no era el mejor momento, en los territorios de Fernando e Isabel, para publicar una Biblia en una lengua vernácula, porque ése es precisamente el año en el que los Reyes Católicos consiguen que el papa Sixto IV acceda a su petición de crear lo que será uno de los medios más poderosos de unificación política y religiosa jamás instituidos: la Inquisición. Aunque los decretos del Concilio de Tolosa (1229) prohibían la lectura de la Biblia en lenguas vernáculas, el hecho de haberse traducido e impreso en valenciano, demuestra que en la región valenciana no estaban en vigor esos decretos ni las constituciones dictadas por Jaime I de Aragón. La prohibición tercera de Tarragona (1233) no tenía allí eficacia. Según ciertos autores, la Inquisición vedó al pueblo esta Biblia bajo el siguiente pretexto: "Porque algunos de los judíos que quedaron en España, después de expulsos de estos Reinos ciento y veinte mil, tomaban de estas Biblias sus actos y ceremonias y el modo de ofrecer sacrificios. Por esta causa, de tal suerte se prohibió la lectura de esta versión, que a los que no tuviesen raza ninguna de judíos les era permitido leerla, a los demás, no." Según el que fuera bibliotecario de la Universidad valenciana, Sr. Torres Belda, en un primer edicto de los inquisidores, fechado en Ávila, el 7 de noviembre de 1497, dirigido a los valencianos, se dice que: "Hay muchas personas en estos dichos reinos que tienen libros escritos en hebrayco, que tocan y son de la ley de los judíos, e de medicina y de otras ciencias e artes casi brujas en romance, de lo cual se esperan seguir e siguen daños." Ordena la recogida de los libros en hebreo y las Biblias, conminados con excomunión mayor y perdición de todos bienes a los que teniéndolos en su poder no los presentasen a los inquisidores de Valencia para que los mandasen quemar públicamente. Otro edicto fue publicado por el inquisidor del reino de Valencia, Juan de Monasterio, canónigo de Burgos, en 10 de marzo de 1498: "Algunos atentaron y han atentado de verter la Sagrada Escritura en plano, y en nuestra lengua moderna, alterándola en muchos vocablos y términos que no tienen exacta equivalencia en romance. Dispone la recogida de los libros hebraicos y de todas las Biblias y salterios que están vertidos a lengua moderna, como igualmente los moriscos." Esta disposición provocó en Valencia tal protesta, que el 20 de marzo, el propio inquisidor suspendió su aplicación a instancia de los vicarios generales. Las quejas recibidas por el Nuncio fueron elevadas a los inquisidores generales, que hicieron suspender también la ejecución; pero sometieron a una Junta de doctores el examen de los libros y los que tuviesen por buenos se entreguen a sus dueños y los sospechosos los quemen sin más dilación. La Biblia de Ferrer, pues, va a encontrarse, nada más nacer, con una máquina pensada para triturar toda disidencia en el campo religioso, de manera que va a ser una de las primeras víctimas que sufrirá sus tempranos rigores: la edición entera es requisada. Se trata de todo un precedente de lo que más tarde ocurrirá a mayor escala. A pesar de todo, de un ejemplar que se salvó, se conserva en París el salterio y los evangelios en el "Codex del Palau". |