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John Wycliffe (c. 1329-1384)

Profesor en Oxford

Aunque no sabemos la fecha exacta de su nacimiento, sí sabemos que se crió en el norte de Inglaterra y que emerge de la bruma medieval como estudiante en Oxford. En 1372 consigue su doctorado y pronto alcanza prominencia como profesor en la universidad.

John Wycliffe Controversias

Enseguida se vio envuelto en los debates sobre las esferas de autoridad del Estado y de la Iglesia. El pensamiento dominante era que el papa tenía absoluta autoridad sobre los asuntos espirituales y temporales, pero él veía las cosas de otro modo.

En primer lugar, sostenía que el único propietario de todas las cosas, civiles y eclesiásticas, temporales y espirituales, es Dios y solamente Dios, quien otorga su uso, no su propiedad, para que las administremos, con la condición de que se haga un buen uso de ellas. Si el que las recibe abusa de ellas o las usa mal, pierde automáticamente su derecho a seguir en el puesto y disfrute de las mismas, siendo indiferente si es un cargo civil o religioso. Es más, en el caso de que se trate de un cargo religioso, la autoridad civil tiene potestad para despojar de sus posesiones al clero indigno. En 1377 el papa condenó las enseñanzas del profesor de Oxford.

Críticas al papado

Con el paso del tiempo Wycliffe se hizo más radical en su concepción de la Iglesia y en la necesidad de una reforma. El concepto del papado definido como una fuerza política que por medios políticos se impone sobre los hombres era para Wycliffe anatema. Poco a poco la oposición crecía en su contra, incluso en la misma universidad. Primero el canciller de la misma y un reducido núcleo condenaron sus doctrinas, luego el mismo arzobispo de Canterbury convocó un concilio nacional en el que las enseñanzas de Wycliffe quedaron sancionadas como herejías. Hacia 1382 el reformador fue silenciado en Oxford.
Juicio de Wycliffe
Wycliffe ante sus acusadores

Necesidad de la Biblia

Pero antes de eso Wycliffe había encontrado tiempo y apoyo para traducir la Biblia a la lengua del pueblo; en honor a la verdad hay que decir que antes de Wycliffe ya existían copias de la Palabra de Dios en Inglaterra, pero estaban en un lenguaje que las personas corrientes no entendían, de ahí que la luz de Dios estuviera bajo el almud sin que el pueblo pudiera verla. De la ignorancia de la Palabra procedían para Wycliffe todos los males de la nación:

"Llenaré Inglaterra con una luz, y todos los terrores fantasmales inspirados por los sacerdotes, y las ataduras con las que someten al pueblo con sus supersticiones desaparecerán como las sombras de la noche cuando el sol se levanta."

Primeros intentos de traducir la Biblia

Hasta el siglo VII no hallamos un intento de dar la Biblia al pueblo inglés en su lengua materna. Caedmon, un monje anglosajón, fue el primero en dar al pueblo un avance de lo que la Biblia contiene; pero no se puede decir que su obra fuera una traducción porque él selecciona ciertos pasajes del Pentateuco que tienen una carga más dramática y los pone en forma de poema: la Creación, los patriarcas, los milagros del Exodo y la peregrinación en el desierto. 

Hubo otras paráfrasis, no traducciones, de porciones de la Palabra de Dios entre las cuales están las que hicieron Elfrico el Gramático y Alfredo el Grande; el primero compendió varios libros del Antiguo Testamento, el segundo instó en el siglo IX a un grupo de eruditos a que tradujeran las Escrituras, pero apenas había comenzado el proyecto cuando Alfredo murió y la obra se detuvo.

También hay que tener en cuenta el trabajo que en este sentido hizo Beda el Venerable en el siglo VIII, pues tradujo al anglosajón el evangelio de Juan. Pero desde el reinado de Alfredo el Grande hasta el tiempo de Wycliffe no hubo ningún intento, si exceptuamos el de Richard Roll en el mismo siglo de Wycliffe, de traducir ninguna porción de la Biblia. Incluso las traducciones o paráfrasis de las que hemos hablado, a duras penas salieron de los límites de los monasterios para terminar en la biblioteca de algún noble como raros ejemplares a ser admirados.


Juan 1:1-8 en inglés antiguo o sajón occidental

La traducción de Wycliffe

La idea de Wycliffe era traducir toda la Biblia para que todos los ingleses pudieran leer en su propia lengua las grandes obras de Dios; hasta entonces nadie había acometido una empresa así. Aunque su salud estaba quebrantada, su vigor intelectual y sus dones estaban en su madurez y tal vez toda su vida pasada había sido una preparación para esta noble tarea.

porción de la Biblia de Wycliffe

En la tranquilidad de Lutterworth abrió la Vulgata, esa Biblia que él había estudiado tanto, y se puso a traducirla. A su alrededor el mundo se debatía en convulsión: dos papas se anatematizaban el uno el otro; por un lado Urbano VI, desde Roma y apoyado por Inglaterra, Alemania y otros pequeños Estados europeos, reclamaba la jurisdicción sobre la Iglesia en su conjunto; por otro, Clemente VII, desde Aviñón, y apoyado por España, Francia y Escocia, hacía lo mismo. Desde su retiro, día tras día, versículo a versículo, Wycliffe continuaba su obra; al cabo de cuatro años estaba terminada.

Ahora el mensaje de lo alto estaba en lengua inglesa: el amanecer de la Reforma había comenzado. Para realizar tal trabajo Wycliffe contó con la inapreciable ayuda del Dr. Nicholas de Hereford, de Oxford, quien tradujo el Antiguo Testamento que fue parcialmente revisado por Wycliffe, quien a su vez tradujo el Nuevo Testamento. La versión era particularmente fidedigna y el antiguo idioma sajón le daba un aire de dramatismo a ciertos pasajes.

Obra maestra

La traducción de la Biblia significó, además de un impulso espiritual, una contribución decidida a la lengua inglesa al perfeccionar su estructura y enriquecer su vocabulario. La grandeza y pureza de las doctrinas vertidas comunicaban una sencillez, una belleza, una precisión y una fuerza hasta entonces desconocidas. Wycliffe ha sido llamado el padre de la prosa inglesa, igual que Chaucer es reconocido como el padre de la poesía inglesa. Ningún hombre de su tiempo escribió tanto como Wycliffe. Su estilo era sencillo y claro y aunque escribía sobre los temas más profundos no hay rastro en sus obras de las puerilidades y sutilezas que se aprecian en otros escritores de su tiempo. Pero su versión de la Biblia sobrepasa sus otras composiciones en lo que a dignidad, gracia y ternura respecta. Es interesante lo que Lechler dice:

"La traducción de Wycliffe marca una época en el desarrollo de la lengua inglesa comparable a la que marcó la traducción de la Biblia que Lutero hizo al alemán."

Difusión de la Biblia de Wycliffe


Wycliffe enviando a predicar a los lolardos

La obra estaba terminada (1382). Sin embargo, en aquellos tiempos había otra dificultad añadida: publicarla. Entonces no había imprentas que multiplicaran por miles las copias, ni casas editoras que las difundieran; eso era algo que el mismo autor de la obra tenía que hacer. Lo más corriente era depositar una copia en algún convento o en la biblioteca de alguna universidad con la esperanza de que cayera en manos interesadas. Otra forma era ponerse en algún cruce de caminos o en un lugar concurrido para leer en voz alta tratando de atraer la atención de los congregados. Pero Wycliffe no tuvo que recurrir a ninguno de estos métodos: el interés por el hombre y su obra estaba bien afianzado en la mente de muchos, de tal manera que las copias no bastaban a suplir la demanda. En poco tiempo la Biblia de Wycliffe se esparce por toda Inglaterra: algunos quieren una copia para sí mismos, otros quieren porciones de la misma; hay familias que comparten una sola copia.


Juan 1:1-8 en la traducción de Wycliffe

Un predicador incansable

Cuando la jerarquía católico romana se da cuenta de lo que Wycliffe ha hecho se llena de consternación. Pensaban que cuando Wycliffe muriera, con él moriría su movimiento; ahora saben que hay en escena algo mayor que Wycliffe mismo. Que cuando la voz del reformador se haya callado para siempre, hay un predicador que ha venido para llenar su lugar. Un predicador que no puede ser atado a la pira y quemado. Un predicador que, cuando el prelado y el abad duermen, sigue cumpliendo su misión: entrar en las casas y ganar los corazones.

Problemas

Todo esto engendraba una nueva pregunta: ¿Tiene la gente derecho a leer la Biblia? Esta pregunta era nueva en Inglaterra por la sencilla razón de que hasta entonces no había ninguna Biblia que leer. Y por esa misma razón no había ninguna ley que prohibiera el uso de la Biblia por el pueblo. Durante dos siglos, en el sur de Europa, había existido una traducción al romance, pero la Iglesia de Roma había prohibido su uso. Ahora la traducción de Wycliffe era la primera traducción de la Biblia a una lengua moderna y aunque finalmente cayó bajo el anatema de la Iglesia, tuvo tiempo de esparcirse antes de que la jerarquía dictaminara su prohibición. Pero aunque no hubo un anatema legal inmediato, sí lo hubo moral porque el Conde de Leicester, Henry de Knighton, emitió un comunicado de denuncia:

"Cristo entregó su evangelio a los clérigos y doctores de la Iglesia, para que ellos lo administren a los laicos y a las personas débiles, de acuerdo al estado de los tiempos y las necesidades de los hombres. Pero este maestro, John Wycliffe, lo ha traducido del latín al inglés poniéndolo al alcance de laicos y de mujeres que saben leer, habiendo estado siempre destinado a los clérigos eruditos y a los que tienen gran entendimiento. De esta manera la perla del evangelio es echada fuera y pisoteada por los puercos y lo que antes era precioso para clérigos y laicos, ahora es tenido como mofa por todos."

En resumen, un gran clamor se levantó contra Wycliffe por toda la nación: era un hereje, un sacrílego que había cometido un crimen desconocido hasta entonces. Había entrado en el templo y robado los vasos sagrados. Había quemado la casa de Dios. Estos eran los términos en los que se describía lo que Wycliffe había hecho.

¿Quién es hereje?

Wycliffe tuvo que enfrentar solo esta batalla. Nadie estuvo a su lado. Era un anticipo de lo que le sucedería después a los reformadores: los más grandes, y Wycliffe era uno de ellos, tendrían que enfrentar momentos de total soledad, refugiándose en los brazos del Omnipotente. En medio de la tormenta Wycliffe se quedó solo, pero estaba tranquilo. Incluso tenía presencia de ánimo para contestar a sus enemigos:

"Vosotros decís que es herejía traducir la Sagrada Escritura al inglés y me llamáis hereje porque he traducido la Biblia a la lengua materna del pueblo. ¿Sabéis a quién estáis blasfemando? ¿No dio al principio el Espíritu Santo la Palabra de Dios en la lengua materna a las naciones a las que la envió? ¿Por qué habláis contra el Espíritu Santo? Vosotros decís que la Iglesia de Dios está en peligro con este libro. ¿Cómo puede ser eso así? ¿No es en la Biblia dónde aprendemos que Dios ha establecido una sociedad en la tierra que se llama Iglesia? ¿No es en la Biblia dónde conocemos quién es el constructor y soberano de esa Iglesia y cuáles son sus leyes por las cuáles se gobierna y los derechos y privilegios de sus miembros? Fuera de la Biblia ¿qué autoridad tiene la Iglesia para demostrar todo eso? Sois vosotros quienes ponéis la Iglesia en peligro al esconder la garantía divina, la misiva real de su Rey, que le da la autoridad que tiene y la fe que disfruta."

Muerte de Wycliffe

Que Wycliffe no muriera en una mazmorra ni en la pira, sino en su cama, es algo digno de asombro. Él mismo esperaba su muerte de forma violenta día tras día. El primado, el rey y el papa buscaban su vida; unos pocos meses o años tal vez y todo acabaría de forma súbita. El hombre que se había atrevido a desafiar todo un sistema de jerarquía se sabía sentenciado; solamente era cuestión de tiempo. Sin embargo, varios factores trabajaron en su favor: los problemas políticos de Inglaterra y la rivalidad de los dos papas colaboraron en proteger y prolongar la vida del reformador. El último domingo del año 1384 Wycliffe iba a administrar la Eucaristía a su congregación de Lutterworth; mientras estaba en el acto de la consagración sufrió una parálisis y cayó al suelo. Lo llevaron a su cama y el último día del año murió.

Condenación de Wycliffe

En 1428 su cadáver fue exhumado y sus huesos quemados y arrojadas las cenizas al río Támesis cumpliéndose así la sentencia del Concilio de Constanza que lo declaró hereje.

La estrella matutina de la Reforma

Debido a su énfasis en la autoridad de la Biblia, su deseo de que ésta estuviera al alcance del pueblo y su oposición al papado, a la invocación de los santos, a la doctrina del purgatorio y a la concepción de la Iglesia como una institución con fuerza política se le ha llamado a Wycliffe "la estrella matutina de la Reforma"

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