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LA IMPORTANCIA DE LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA
por Wenceslao Calvo

Introducción

Mi intención en este artículo es demostrar que en aquellos pueblos en los que la Biblia fue traducida a la lengua autóctona o vernácula del pueblo, el cristianismo ha pervivido; mientras que en aquellos otros en los que tal cosa no se hizo la Iglesia fue borrada del mapa; al mismo tiempo deseo llamar la atención sobre la necesidad que hay hoy día de traducirla. Mi interés sobre el tema de la traducción de la Biblia a las lenguas que todavía no la tienen, deriva de mi pertenencia a Proel (Promotora Española de Lingüística), que es la rama española de Wycliffe Traductores de la Biblia.

Historia

Si nos fijamos en el Norte de África vemos que podríamos dividirlo en dos zonas claramente diferenciadas en cuanto a la presencia del cristianismo: por un lado estarían los países del Magreb, en los que apenas si hay vestigios de cristianismo organizado y por otro lado estaría Egipto donde existe una fuerte presencia cristiana, en la forma de la Iglesia copta. Y sin embargo tanto en el Magreb como en Egipto hubo en su momento fuertes comunidades cristianas que dieron grandes dirigentes a la Iglesia de todos los tiempos. Por ejemplo en Cartago y sus alrededores, que corresponde a lo que hoy es la costa mediterránea de Túnez, Argelia y Libia, hubo desde los siglos II al V una dinámica presencia cristiana de la cual son exponentes algunos de los más eminentes nombres que la cristiandad haya tenido: Tertuliano, Cipriano y Agustín de Hipona, bastan por sí solos para llenar muchas páginas de la historia. Por otro lado en Alejandría, Egipto, funcionó una de las grandes escuelas teológicas de los primeros siglos con personajes de la talla de Orígenes, Atanasio y Cirilo.

Diferencias

Así pues, tenemos dos grandes iglesias, Cartago y Alejandría, situadas la primera en el Magreb y la segunda en Egipto, y ambas con grandes dirigentes; pero de la primera no queda hoy ni rastro, mientras que la segunda ha sobrevivido. Y la pregunta que surge es la siguiente: ¿cuáles fueron las razones para tan dispar futuro? ¿por qué una se colapsó ante el avance del Islam y la otra pudo subsistir ante ese mismo avance?

Dejemos que el historiador G. Bardy nos aclare esta cuestión:

"A primera vista el hundimiento del cristianismo en África parece un fenómeno inexplicable; nos preguntamos cómo una Iglesia tan pujante, tan rica en episcopados y monasterios pudo desaparecer tan rápida y completamente.

Las causas de esta desaparición son ciertamente numerosas. Pero entre ellas no hay quizás una tan importante como el carácter romano del cristianismo en esta región. Los que habían sido ganados por la Iglesia eran esencialmente romanos de lengua latina; desde el principio, sus obispos y sus sacerdotes fueron latinos; su liturgia fue latina; su Biblia fue latina y nadie soñó nunca en traducirla al púnico, a pesar de que -al parecer- existía una literatura púnica. Todo lo más, se preocuparon de ofrecer a los indígenas la ventaja de una predicación en púnico, aunque los obispos y sacerdotes capaces de hablar esta lengua fueron siempre demasiado escasos para realizar conquistas de vasto alcance...

Por eso no hemos de extrañarnos de que, a partir de las grandes invasiones árabes, la Iglesia de África se viera pronto liquidada; culpable de no haber echado raíces suficientemente profundas en las poblaciones indígenas, acabó por desfallecer y morir."
(G. Bardy, La question des langues dans l'Eglise ancienne)

Razones

Por lo tanto, según este historiador, fue la falta de arraigo, caracterizada por la ausencia de una traducción de la Biblia en la lengua que el pueblo hablaba, lo que facilitó la desaparición de la Iglesia en el Magreb. Mientras que las clases superiores hablaban el latín que era la lengua "culta" y urbana, el pueblo seguía aferrado al púnico y al bereber, y la Iglesia lo que hizo fue decantarse por el uso del latín, dejando a las grandes masas de población virtualmente fuera de su influencia. De hecho, Agustín de Hipona observa lo siguiente:

"La predicación del evangelio en nuestras regiones encuentra dificultades por falta de personas que hablen la lengua púnica."
(Agustín de Hipona, Epístola LXXXIV, 2)

¿Qué hubiera ocurrido si la Iglesia de Cartago se hubiera preocupado de traducir la Itala, la versión latina de la Biblia, a las lenguas populares? Posiblemente que hoy habría una Iglesia en el Magreb.

Ésta fue precisamente la diferencia con Egipto donde la lengua popular era el copto. Si bien el griego era el idioma oficial, las grandes masas rurales de población lo ignoraban; para ellos era una lengua extraña, propia de los intelectuales y las clases dirigentes. Pero la Iglesia de Egipto, a diferencia de la de Cartago, sí supo captar que a menos que pusiera la Palabra de Dios en copto, todas aquellas gentes nunca serían ganadas para el evangelio. A finales del siglo II, y con finalidades misioneras, se emprendió la traducción de la Escritura al copto. Para el año 300 ya había sido traducida toda la Biblia.

Disyuntiva

En un sentido la Iglesia del Norte de África hubo de enfrentar un dilema similar al de la Iglesia de Jerusalén en Hechos 15. La pregunta que los apóstoles se plantearon fue ¿hay que circuncidar a los gentiles y hacerlos judíos para ser admitidos en la Iglesia?; y la pregunta que latía en el norte de África era ¿tienen que aprender latín o griego los convertidos que no conocen esas lenguas para poder ser cristianos? La respuesta que dio Cartago con su pasividad fue: sí, han de aprenderlo; mientras que Alejandría contestó: no, nosotros pondremos la Biblia a su alcance.

Además de razones lingüísticas, ya de por sí suficientemente poderosas, había razones políticas y culturales para que los campesinos del Magreb rechazaran el latín, que para ellos representaba la lengua de la potencia colonial: Roma, e igualmente para que las masas de Egipto rechazaran el griego como vehículo de dominación helenista.

La importancia de la traducción de la Biblia a la lengua vernácula del pueblo también se pone de manifiesto en el hecho de que como muestra el historiador L. Padovese, el paganismo y las sectas hallaron su caldo de cultivo precisamente en las regiones donde las lenguas populares estaban arraigadas y no había traducción de las Escrituras. Tristemente allí donde los cristianos fueron tardos en llegar, los paganos y sectarios se hicieron fuertes en la diseminación de sus ideologías. Este mismo historiador también muestra que las manifestaciones más groseras de superstición dentro de la Iglesia aparecieron allí donde los cristianos aceptaron un cristianismo que se expresaba en una lengua diferente a la suya propia. Al no entender la lengua en la que se exponían las verdades de la fe, tuvieron que buscar símbolos religiosos, por ejemplo pinturas e imágenes, que fácilmente desembocaban en el paganismo.

Aprendiendo de la Historia

Todas estas lecciones del pasado son urgentes que nos las apliquemos ahora, dado que todavía queda mucho por hacer en el campo de la traducción de la Biblia. Hoy hay casi siete mil lenguas vivas en la tierra; de ellas algo más de trescientas tienen la Biblia completa; casi ochocientas poseen el Nuevo Testamento y algo más de mil tienen alguna porción de la Biblia traducida. Algunas naciones son verdaderos mosaicos lingüísticos. Por poner un ejemplo, Papúa Nueva Guinea solamente tiene cuatro millones y medio de habitantes pero ¡ochocientas! lenguas.

Para hacernos una idea de la complejidad de la tarea basta echar un vistazo al mapa lingüístico de España y eso que España no es un caso demasiado intrincado. Frente a un idioma hegemónico, el castellano, han convivido durante siglos otros que a duras penas y solamente con el advenimiento de la democracia han adquirido la categoría de lenguas oficiales del Estado junto a aquél: catalán, gallego y vasco. Por otro lado cualquier valenciano se sentiría ofendido si se dijera que su lengua es el catalán, porque para él el valenciano tiene entidad propia aunque todos reconocen que catalán y valenciano están emparentados estrechamente; lo mismo ocurre con el balear. Además, al lado de éstas hay otras lenguas minoritarias que también aspiran a pasar de ser conceptuadas como lenguas vulgares o de segunda categoría a lenguas con identidad propia: asturiano, aragonés, aranés o gascón en el valle de Arán y fala en el valle de Xálima al noroeste de la provincia de Cáceres. También están los ciento veinte mil sordos que hay en España con su lengua de signos, la cual tiene sus dialectos dependiendo de la región donde vivan.

En las últimas décadas el sentimiento nacionalista ha dado un vuelco al concepto que por siglos se tuvo de estas lenguas, consideradas como despreciables y propias de iletrados y gente vulgar, o a lo sumo vestigios curiosos del pasado. Incluso alguien como Cervantes ironiza en el Quijote sobre los vascos presentándolos como personas que, debido a la influencia del vizcaíno, en su hablar cotidiano deformaban el castellano, el cual se suponía era la lengua culta.

"Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acomañaban, que era vizcaíno; el cual... le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera: Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno."
(Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha I, 8)

Necesidades

Por supuesto la necesidad de traducción varía de una nación a otra; en España la inmensa mayoría de la población que usa una lengua minoritaria es bilingüe y por lo tanto tiene a su alcance una Biblia, aunque no sea en el idioma que habla en su casa. Con todo, persiste el hecho de que lo idóneo es que cada persona tenga la Escritura en su lengua materna, la lengua con la que él se identifica. Sin embargo, en otras naciones hay comunidades monolingües sin acceso a la Escritura; de hecho sin acceso a un sistema alfabético porque son idiomas que nunca han sido puestos por escrito.

En años recientes, lingüistas del Instituto Lingüístico de Verano (SIL), organización vinculada a Proel, han realizado un trabajo de investigación sociolingüística en España en lo referente a las lenguas minoritarias no oficiales. La acogida que han percibido por parte de las autoridades autonómicas y locales para el proyecto de verter las Escrituras a sus lenguas de origen ha sido muy favorable. Hoy cada región y cada comunidad que posee una lengua autóctona, por más minoritaria que sea, busca fomentarla, reavivarla y fortalecerla ya que la considera como una señal de identidad propia, y cualquiera que coopere con ellos en ese sentido es bienvenido. Ahí tenemos una oportunidad de dejar huella a las generaciones venideras, lo mismo que aquellos cristianos de los primeros siglos que supieron captar la importancia de traducir las Escrituras, no sólo a las lenguas predominantes, sino también a las demás.

Alguien ha dicho que la única cosa cierta que la Historia enseña es que la humanidad no aprende nada de esa misma Historia. Que desmintamos ese dicho y no seamos como la Iglesia de Cartago, sino que imitemos a la de Alejandría. Ojalá que haya más jóvenes españoles que sientan el llamado de Dios para trabajar en la traducción de la Biblia a las lenguas que todavía no la tienen.