Las lenguas bantúes clasifican los nombres según un criterio peculiar. En
swahili un determinado grupo de nombres añaden el prefijo m- para el singular y el
wa- para el plural: por ejemplo, mtoto (niño) y watoto (niños). Otro grupo emplea el prefijo
ki- para el singular y el vi- para el plural: por ejemplo, kikapu (cesto) y
vikapu (cestos). Las palabras que modifican a los nombres concuerdan con ellos según los prefijos: así
mtu mzuri (buena persona), y watu wazuri (buenas personas); kikapu kizuri (buen cesto) y
vikapu vizuri (buenos cestos). Existen algunos modificadores y pronombres personales de tercera persona que no concuerdan con los nombres en el prefijo. Cada serie de prefijos y de pronombres singular, plural o neutro (como el prefijo
u- de uhuru que significa libertad) define una clase de nombres y determina sus concordancias. Este sistema de clasificación, descrito en el párrafo anterior, es característico de todas las ramas de la subfamilia
nigero-congoleña, excepción hecha de la rama de lenguas mandé, rasgo que comparte con la subfamilia
kordofana. Esta tipología hace pensar que perteneció a una lengua troncal de la que proceden las dos subfamilias. Existen otras formas de clasificar los nombres, como lo muestran las lenguas de la rama gur, que lo hacen por medio de prefijos y sufijos, otras sólo por sufijos, pero en todas ellas subsisten pronombres diferentes que no se combinan ni con prefijos ni sufijos y que son sólo aplicables a cada clase de nombres a los que se refieran, rasgo inherente de las lenguas bantúes. En la rama kwa, algunas lenguas poseen prefijos nominales pero carecen de otras características. Existe otro rasgo para identificar las lenguas de esta familia y consiste en el uso de la m como descriptor de nombres referidos a líquidos, como aceite, agua o leche. Aun cuando varía mucho la estructura gramatical de las lenguas congo-kordofanas, todas conceden gran importancia al tipo de acción (aspecto verbal) y a la actitud del hablante ante la acción (modo verbal), pero no dan relevancia al tiempo. Tienen construcciones diferentes para indicar la acción habitual (ríe siempre), la potencial (podría reír o reiría), la terminada y experimentada por los sentidos (ha visto al jefe), la actitud exhortativa (ojalá ría), la desiderativa (si riera,...) entre otras posibilidades, que el español también posee, gracias a la combinación modo y tiempo verbal. En una lengua
congo-kordofana se expresan actitudes y tipos de acción sólo por medio de prefijos, sufijos, partículas o incluso con una leve modificación formal del pronombre o el verbo, que es un procedimiento relativamente sintético. Por otro lado, las construcciones pasivas son escasas o sencillamente no existen dentro de esta familia de lenguas que no son bantúes. Las preposiciones casi no aparecen y lo que expresan, como el movimiento hacia, desde, a través y demás, se expresa incorporado al verbo, en tanto que la localización como ante, detrás de, sobre o bajo van incorporadas a los nombres. Al igual que ocurre con las lenguas túrcicas, la dispersión
no fue
acompañada por ningún grado de innovación en el plano lingüístico,
permaneciendo de forma estable las características dialectales de estas lenguas
a pesar de la expansión y de las grandes distancias que las separan. Incluso lenguas más
exteriores como las zulu-xhosa, herero y makua instantáneamente se
reconocen como bantúes. De hecho, es en las regiones más próximas al hogar
original de las lenguas bantúes en África occidental, donde las características
genéticas se han modificado. Tal vez esto se deba a las
conexiones del proto-bantú con lenguas contiguas de tipo aislante, como las
kwa, kordofanas y nilo-saharainas.
En el otro extremo de la continuidad bantú están los clicks o chasquidos de
las lenguas zulu-xhosa, que son préstamos de sus vecinas joisanas. La variedad
de sonidos de chasquido en la lengua zulu, por ejemplo, muestra una serie
labio-velar, dental-velar y lateral-velar, conteniendo cada una cuatro fonemas.
La descripción más antigua de las lenguas bantúes procede de mediados del
siglo XVII, cuando Giacinto Bruscciotto publicó una gramática latina de la
lengua kongo, si bien el primer intento de proveer una clasificación interna
de las lenguas bantúes no se acometió hasta la segunda mitad del siglo XIX,
cuando W.H.J. Bleek acuñó el término bantú para designar al pueblo y a su
lengua.
El proto-bantú fue probablemente una lengua tonal y el tono es una
característica general en las lenguas bantúes actuales, donde muchas veces es fonémico. El
curioso fenómeno del tono invertido se ha notado en las lenguas congo occidentales (tono alto para el bantú común bajo y viceversa). El swahili lo ha perdido. El acento tónico recae normalmente en el
penúltima sílaba. La mayor parte de las raíces primarias son bisílabas; las raíces derivadas se forman por sufijación. Los modos se marcan generalmente por sufijos; la mayoría de las
lenguas bantúes tienen siete modos: infinitivo, indicativo, imperativo, subjuntivo, perfecto,
continuativo y relativo.
El orden de la oración es sujeto, verbo y objeto.
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